Despues de leer esta entrada en el blog de Blas, recordé esta pequeña historia que escribí a principios de año y, por fin, la he encontrado. Espero que os guste: Las cinco de la tarde era el momento del día preferido de Sarita. A esa hora la sirena del colegio sonaba con un aullido estridente que informaba de que la jornada lectiva diaria llegaba a su fin. Sin perder tiempo, recogía todos sus utensilios en la cartera y corría hacia su casa.
— Mamá, hoy no tengo deberes— gritaba nada más cruzar la entrada, cosa que no era ni verdad, ni mentira. Alguna de las tareas las había hecho entre clase y clase y otras las haría cuando regresara porque lo que ella ahora más deseaba era bajar a jugar a la calle.
Con el bocadillo de Nocilla en la mano, se lanzaba escaleras abajo a reunirse con toda la pandilla. Durante las horas siguientes se divertirían jugando a saltar a la cuerda, a policías y ladrones, al balón… mil y un juegos que se les ocurrían. Había tiempo para todo, para risas y llantos, alianzas y discusiones.
Y una vez que se acercaba la hora de cenar, las cabezas de las mamás empezaban a aparecer en las ventanas llamando a voces a sus respectivos hijos que siempre suplicaban por un ratito más, aún sabiendo que, al día siguiente volverían a repetir la experiencia
Geno M