martes, 7 de julio de 2015

Relato: El trasgu juguetón


Para el siguiente certamen de Ánima Fábula el tema sobre el que escribir eran los duendes. Para mi historia decidí recurrir a uno perteneciente a la mitología asturiana: el trasgu.

Miré a mi alrededor y contemplé con hastío el caos que reinaba en mi habitación: ropa limpia por aquí, un montón lista para lavar por allá, papeles extendidos, libros apilados… El desorden no me sorprendió en absoluto. Todo lo contrario, ya formaba parte de mí, de mi manera de ser y vivir, no en vano siempre había sido así.

Recuerdo de niño, aquellas temporadas que pasaba en las montañas asturianas, en el caserón de mis abuelos, habitación que me asignaban, desastre inmediato. Me parece estar oyendo a mi abuela, con aquel acento tan profundo, refunfuñar por lo bajo:
— Este “guaje”, parece que siempre viene acompañado de un trasgu.
Yo, en lugar de fingir que no la había escuchado y aún a riesgo de que me tocara ponerme a ordenar, siempre le preguntaba:
— Abuela, ¿qué es un trasgu?
Y ella sonriendo, me sentaba en sus rodillas y empezaba su relato:
— Pues verás, Juanillo, un trasgu es un duende muy travieso que se cuela en las casas y las deja con el mismo aspecto que tiene tu cuarto, todo patas arriba.
— Pues ¡vaya faena! — replicaba yo — bien podía darle por colocarlo todo en su sitio.
— Lo hace si se le cuida bien y está de buen humor pero debe ser, cariño, que contigo no hace buenas migas.
— ¡Mejor! Él a mí también me cae fatal — exclamaba mientras fingía ofenderme — Y ¿no hay manera de que se largue?
— Me han comentado — decía mi abuela susurrando — que si le dejas un puñado de grano en el suelo se marcha porque no puede recogerlo
— ¿¿No?? Pero ¿por qué?
Y mi abuela, bajando aún si cabe más la voz me contestaba misteriosa:
— Quienes lo han visto dicen… ¡que tiene un agujero en la palma de la mano!
— ¡Oh!
Así que esa misma noche tras haber escuchado la historia, dejaba un montoncito de trigo en el suelo de mi habitación y, sorprendentemente, no volvía a estar desordenada durante toda mi estancia. Tardé años en darme cuenta de que no era que el trasgu se hubiera largado si no que mi abuela aprovechaba que me iba al río o de excursión con el abuelo para ponerla en orden.
Nunca olvidaré la paciencia de la abuela que desgranaba como si fuera la primera vez la historia de aquel ser de la mitología del lugar a pesar de habérmela relatado docenas de veces. Pero ni ella se cansaba de contarla ni yo de escucharla.

Geno Mesa (11/06/2015)

4 gotitas:

chema dijo...

qué bonito relato, geno! precisamente aprendí lo que era un trasgu gracias a ti, hace un tiempo publicaste una serie de entradas sobre la mitología asturiana. las abuelas son únicas, jeje.

Zelgadiss dijo...

Bonita historia. ^_^
En mi caso mínimo llevo un trastolillo en la maleta allá donde voy. :-p

Bertha dijo...

Mea encantado, tus relatos me chiflan.

Geno dijo...

Me alegro que os guste ¡Gracias! yo estoy segura de que tengo un trasgu o dos en esta habitación desastre y encima no les caigo nada bien jajajajjaja